martes, 26 de abril de 2011

20 de Abril

El nombre de una persona dice mucho de la personalidad de sus padres. Llamarse Leocadia, si, LEOCADIA, quiere decir dos cosas acerca de mis padres: que son muy, pero muy tradicionales, y que tienen bastante mala leche; porque ya podían haberse portado y haberme llamado Carmen, como a mi abuela, que también es lo suficientemente tradicional sin llegar a ser LEOCADIA. Por todos los santos, imagínate mi vida durante los años de instituto, aunque por lo menos, es difícil de rimar, y por esas se salva.

Otra de las cosas para las que mi padres son extremadamente tradicionales, por no decir carcas, es sobre los hombres, y en particular, sobre los hombres que tengan alguna relación conmigo. Aún me acuerdo del pobre Toni. Era uno de los chicos de mi barrio, un año mayor que yo, o cosa así. Mi amiga Claudia estaba liada con su mejor amigo, y su mayor ilusión era emparejarme con Toni (En realidad creo que se sentia culpable, porque por las tardes en vez de quedar conmigo se iba a darse el lote con su novio y me dejaba sola haciendo los deberes). Era majete, ahora que lo pienso. Tenia el pelo castaño, larguito, con el corte de Leonardo Di Caprio en Titanic, y un montón de pecas. Si hasta la Palote le iba detrás. Aunque claro, la Palote iba detrás de todos. El caso es que Toni empezó a rondarme, y no se como, mi padre se enteró. No se si lo he dicho, pero mi padre es teniente de la Guardia Civil. Y no tuvo otra cosa que hacer que meter al pobre muchacho una noche entera en el calabozo, porque supuestamente estaba "corrompiendo la moral de jóvenes puras e inocentes". No se qué le diría mi padre a Toni en esos momentos, pero no me volvió a buscar. De hecho, cada vez que me veía salía corriendo como alma que lleva el diablo. El rumor se extendió, y con él acabaron todas mis expectativas con los chicos del pueblo.

Conseguí convencerlos, aún no se ni cómo, para que me dejaran ir a estudiar a Salamanca en vez de quedarme en la universidad de la provincia, y puse tierra de por medio entre mis padres y yo. 
Los años de universidad pasaron como una centella. Estudié periodismo, un poco inspirada por Lois Lane, esperando convertirme en una intrépida reportera. Todos mis compañeros empezamos igual, recuerdo a alguno que otro que se creía Iñaki Gabilondo nada más empezar...pero que pardos éramos. Mírame ahora, escribiendo reseñas de literatura romántica en una revista de prensa rosa. En fín, por lo menos sirvió para forjar un nuevo Yo, que dejó de ser Leocadia para convertirse en Leo (aunque ni Leo conseguía mantener una relacion con un chico que durase más allá de dos días).
Algún día escribiré acerca de mis peripecias universitarias, pero será mas tarde, porque son las nueve de la noche y me quedan doscientas treinta y dos páginas por leer de la novela sobre la que tengo que publicar mañana.


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