El nombre de una persona dice mucho de la personalidad de sus padres. Llamarse Leocadia, si, LEOCADIA, quiere decir dos cosas acerca de mis padres: que son muy, pero muy tradicionales, y que tienen bastante mala leche; porque ya podían haberse portado y haberme llamado Carmen, como a mi abuela, que también es lo suficientemente tradicional sin llegar a ser LEOCADIA. Por todos los santos, imagínate mi vida durante los años de instituto, aunque por lo menos, es difícil de rimar, y por esas se salva.

Conseguí convencerlos, aún no se ni cómo, para que me dejaran ir a estudiar a Salamanca en vez de quedarme en la universidad de la provincia, y puse tierra de por medio entre mis padres y yo.
Los años de universidad pasaron como una centella. Estudié periodismo, un poco inspirada por Lois Lane, esperando convertirme en una intrépida reportera. Todos mis compañeros empezamos igual, recuerdo a alguno que otro que se creía Iñaki Gabilondo nada más empezar...pero que pardos éramos. Mírame ahora, escribiendo reseñas de literatura romántica en una revista de prensa rosa. En fín, por lo menos sirvió para forjar un nuevo Yo, que dejó de ser Leocadia para convertirse en Leo (aunque ni Leo conseguía mantener una relacion con un chico que durase más allá de dos días).
Algún día escribiré acerca de mis peripecias universitarias, pero será mas tarde, porque son las nueve de la noche y me quedan doscientas treinta y dos páginas por leer de la novela sobre la que tengo que publicar mañana.
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