viernes, 24 de junio de 2011

Árboles

Puede que no tengan neuronas, ni nervios, ni cerebro ni ninguna estructura que nos haga pensar que son seres capaces de sentir, pero...¿nunca te ha dado la sensación de que los árboles pueden percibir lo que ocurre a su alrededor y de transmitir su conformidad o desagrado?
   Cuando ves un limonero, verde y amarillo, ¿no percibes su alegría los días de sol? Hasta el azahar huele más intensamente.
   Si pasas cerca de un ciprés en el cementerio... ¿no notas sobre tu cogote cierto resquemor? Son tan altos, tan solemnes y oscuros, que las conversaciones se apagan a su sombra: son los vigilantes a los que nunca querrías hacer enfadar.
   Los olivos, sobre todo los acianos, siempre me han recordado a un abuelo lisonjero que reparte caramelos a sus nietos. Y en la época de la aceituna, cuando a lo lejos veo a los jornaleros varear, el movimiento de las ramas en ondas de plata y verde, se me asemeja al repullo que alguien da cuando se lastima una mano.
   Un anciano castaño, de tronco retorcido, arrugado, abierto, con sus enormes copas, inmensos contra el cielo...¿no te da la sensación de que en su interior de muchos siglos late un corazón lleno de fríos, rencores y consuelos? ¿Nunca has sentido el peso de su aura sobre tí, haciéndote sentir pequeño, molesto, fugaz... pero a la ve bien acogido y querido? Como si sintieran curiosidad por esas curiosas criaturas que caminan sobre dos patas.
   ¿Y un almendro en flor? ¿o un cerezo? ¿No te parece que arrullan con el viento sus flores blancas del mismo modo que una embarazada a su hijo no nato?
   Y las palmeras altas y esbeltas, esas que crecen por encima de los edificios, y que los días de viento se cimbrean hasta límites insospechados... ¿no te recuerdan a bailarines al son de la música?
   O el temor reverencial que se siente al estar ante un anciano roble, de tronco agrietado y cubierto de líquenes... ¿qué diría si tuviese boca con la que hablar? Yo siempre he creído que rugiría con furia, que clamaría venganza por todos sus hermanos cortados, quemados y maltratados. Por eso nunca me acerco a este tipo de árboles. No sea que despierte y sea yo la que está más cerca.



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